A lo largo de los años los científicos han ido avanzando en el conocimiento del cerebro de los músicos a través de estudios realizados por medio de resonancias magnéticas y tomógrafos. Estos consisten en registrar en tiempo real los cerebros de algunos músicos mientras ejecutan su instrumento. En ellos han podido corroborar que esta actividad involucra a casi todas las áreas del cerebro simultáneamente, en especial la corteza auditiva, motora y sensitiva. Además se ha descubierto que los músicos poseen ciertas zonas más desarrolladas, más grandes que y quienes no lo son. Un área más grande implica una mayor cantidad de fibras o conexiones nerviosas lo que permite inferir que existe en este tipo de cerebros una mayor comunicación entre sus diferentes regiones.
Hay muchos artículos escritos sobre qué es lo que hace que los cerebros de los guitarristas y bateristas sean únicos, sin embargo tocar el piano es algo completamente diferente y mucho más desafiante. Ninguna batería tiene por su composición una distinción de tonos ni permite tocar acordes por lo cual no son cuestiones a tener en cuenta a la hora de su ejecución. Por su parte, la guitarra sólo permite tocar seis notas a la vez y requiere mayormente una gran habilidad en la mano izquierda. En cambio, los pianistas  pueden tocar hasta diez notas al mismo tiempo con ambas manos, armar acordes y diferenciar tonos con lo cual es lógico que para manejar todas estas opciones necesiten desarrollar capacidades cerebral totalmente únicas que ya están siendo reveladas por la ciencia.
En el caso de los pianistas los estudios han demostrado que sus cerebros son los que presentan las mayores modificaciones fuera de la media. Esto resulta casi evidente pues el piano es el instrumento por excelencia en cuanto a demanda de habilidades: los pianistas deben leer notas, sentir las teclas, mover los dedos y las manos a lo largo de 88 notas posibles y oír lo que se toca. Y como si esto fuera poco deben hacerlo ¡todo al mismo tiempo!
Entonces es esperable que estos músicos presenten un cuerpo calloso más desarrollado pues necesitan coordinar los movimientos de las manos izquierda y derecha al mismo tiempo y conectar la parte creativa del hemisferio derecho con la matemática del izquierdo para controlar los tiempos. Además dado que requieren que ambas manos sean igualmente activas los pianistas tienen que superar una cualidad innata para casi todas las personas: el ser diestros o zurdos. Se sabe que en la mayoría de las personas la profundidad de la cisura central o cisura de Rolando es mayor en uno de los dos hemisferios, ya sea el derecho o en el izquierdo, lo cual determina cuál será la mano dominante en esa persona. Pero al escanear el cerebro de los pianistas los científicos encontraron algo diferente: ellos tenían efectivamente surcos centrales muchísimo más simétricos que cualquier otra persona —a pesar de que hayan nacido diestros o zurdos, en sus cerebros esto era apenas perceptible. Dado que pese a ello los pianistas aún poseen una mano dominante, los investigadores especulan que esa simetría en la profundidad no es natural sino el resultado de que estos músicos son capaces de fortalecer su lado más débil hasta hacerlo coincidir aproximadamente con el lado dominante.
Esto ha despertado intensos debates en el mundo de las neurociencias y la música llevando a los científicos a preguntarse si hay una cierta diferencia estructural de base en el cerebro de los músicos o si éste se va moldeando a través del aprendizaje musical.
Estudios en niños que recién se inician en la música han demostrado que las zonas de la audición se encuentran más activas luego de un año de entrenamiento musical que en aquellos que no han aprendido a tocar ningún instrumento. Sin embargo esta postura no es aceptada por todos los neurocientíficos, entre ellos Ellen Winner quien sostiene que estos niños han tenido cerebros estructuralmente diferentes desde su nacimiento.
Estos científicos sostienen además que la disciplina y la práctica son las que fortalecen ciertos circuitos cerebrales y con ello sus funciones permitiendo así aplicar la atención y fuerza en otras actividades. Para demostrarlo el Dr. Timo Krings realizó una investigación en la que escaneó los cerebros de los pianistas mientras ejecutaban un solo y encontró que éstos bombeaban menos sangre que las personas promedio en la región del cerebro asociada con la motricidad fina. Este cambio en el flujo sanguíneo implica que dicha zona requiere menor energía para realizar su funcionamiento normal lo que les permite liberarse de la tarea que están ejecutando para concentrar su atención en otros aspectos que lo son totalmente únicos, como su propia y personalísima forma de interpretar cada melodía.
Otro estudio asociado a este tema es el de la Dra. Ana Pinho en el cual se descubrió que cuando los pianistas experimentados tocan, se apaga literalmente la parte de su cerebro asociada a dar respuestas estereotipadas, lo cual explicaría el por qué cada pianista profesional desarrolla un estilo de interpretación que le es propio.
Si bien parece un cliché a raíz de estos estudios podemos concluir que es cierto que el cerebro posee una gran capacidad de adaptación y que mantiene además su plasticidad a lo largo de la vida de una persona pero para que esto suceda tiene que enfrentarse constantemente al desafío de aprender cosas nuevas; más aún si esta la actividad a aprender es tocar un instrumento y aún más si se trata del piano. Y como sostenía el profesor de música Shinichi Suzuki, en un entorno adecuado y con la práctica suficiente, cualquier persona puede llegar a convertirse en un músico excelente.